Yo Pinto con mi Sangre Menstrual
Colabora Alejandra Ferrero para el Lunario de Junio de la Terapia Menstrual
Decidí que mi sangre, valía como para cambiar de hábitos a los 47 años. Estando ya en un momento de mi vida en que casi tomaba la decisión de dejar de menstruar, opté por comenzar esta aventura y decidí que mi menstruación me acompañe por lo menos hasta después de los 57 años, honrando la edad en que mis ancestras se hicieron Abuelas.
Encargué una copita menstrual. Cuando llegó a mis manos, la descubrí con asombro y cierto susto por su tamaño. Luego ví que era flexible. Entonces me dije, si por aquí salieron las cabezas de mis hijos, este artefacto también cabe.
La introduje y me resultó bien. Todavía, no tenía clara consciencia del por qué había asumido este hacer. No obstante, sí tenía un objetivo, quería pintar con mi sangre de luna, el parche del kultrum que me había hecho.

La primera vez que retiré la copa, estaba llena. Me dí cuenta que necesitaba un baño que tuviera bacha cerca del inodoro y no uno de esos con antebaño (para quién esté construyendo le recomiendo que desista de esta moda tan innecesaria). Tampoco había pensado bien dónde guardar la sangre y me vi en el baño con la copa en la mano, rebosante, mis manos ocupadas y manchadas, fue IMpReSioNantE, fue como una primera vez. Fue recuperar mi primera menstruación, pero con otra consciencia, queriendo preservar ese líquido mío. Ahora, no quería despreciarlo, ni descartarlo velozmente para no dejar rastros.
A mi paso apurado, dejé impresiones, estampas en el suelo, busqué recipiente contenedor y conservé mi oro rojo. Cuando fui a lavar la copa, abrí la canilla y puse la copa para que recibiera el agua, peroooo…. no preví que el chorro sería tan fuerte, como para que salpicara todo en degradé de rojos. Me salió un AHHHHH, OHHHHH y finalmente, después de recuperarme de la sorpresa, con paciencia y amor, limpié mis huellas; pero antes, las aprecié bien.
La recolección de mi primera luna significó la caída del Muro de Berlín de mi propio EGO. Fue un espasmo de entrañas, un redescubrimiento y una renovación completa de mi Ser Mujer. Recuperé juventud, alegría, asombro y entusiasmo por este desafío que me había planteado. Desde ese momento quería aprovechar cada gota. Cuando algo se perdía lo ofrecía para que mi sangre o sea yo, sane, sea parte de esa agua, de esa tierra, de sus venas.
Hoy puedo pintar en la mesa del comedor, en la cotidianeidad de la casa, con mis hijos varones y mi esposo transitando con naturalidad este hacer mío y que a ellos, también les pertenece.
Pasó esa maravillosa luna, la despedí.

En mi segunda luna consciente pinté mi kultrum. Un fénix, que se me había presentado en un sueño, tomó forma en el parche. El cuero olía la sangre y recordaba la vida. Fue una sangre tímida, transparente. Mojar el pincel por primera vez, fue una experiencia de todos los sentidos. El olor a hierro, el color, la espesura, los pelos del pincel se embebían con naturalidad y la sangre fluía sin resistencia, como sabiendo qué emerger. El fénix cobró vida, luego su cola, las llamas, la tierra y finalmente se dibujaron las palabras.
El corazón palpitaba fuerte, golpeaba el pecho, sentía un vértigo que nunca había sentido fuera de mí. Estaba dándo vida con mi sangre, esos seres estaban siendo creados de mi mano, con mis células, con mi agua y con mi ADN.
Más adelante reforcé la pintura con más sangre de luna, el cuero tomó el olor al hierro, así huele. Así late. Luego surgieron colores de acuarela, pues mi sangre es una acuarela y la mezclé. Las palabras cobraron fuerza, se expresaron con vigor, tienen presencia y perfilan el círculo del tambor.
El Fénix es dueño, es fuerza, es ímpetu, es sabiduría, es protección, es entendimiento y es amor.
La sangre delineó tímidamente el dibujo del otro tambor, el que trae la música del océano. De este modo comenzó el viaje, que se extendió en papel. Navegó por distintos tamaños y caudales. Es un viaje interminable. Las figuras nacen, se mueven, cambian, las manchas se transforman y de repente, vi, que en esos pinceles fluía la eternidad de la vida. En la memoria de mi ADN está la memoria de la humanidad.
Es mi sentir más profundo que esta tarea que emprendí y que invito a que todas la atraviesen, es la reivindicación de nuestra esencia femenina, de nuestro legado amoroso a nuestra amada Gaia y a la humanidad toda. Pintar con la sangre es hablar desde la paz, es hacer el amor con el Universo porque entregamos lo más sagrado, lo más puro que podemos ofrecer. Somos el recurso de nuestra Madre Tierra para pacificar, para demostrar que la sangre no se derrama, la sangre es vida, es arte, es amor, es paz y es la luz que ilumina el nuevo vibrar de la humanidad en Uno.
Alejandra Raquel Ferrero Pérez, bisnieta de Juana García, nieta de Cipriana Pérez Tejedor, hija de Candelaria Pérez Tejedor.
Soy quien elijo Ser a cada instante.
Bióloga porque elegí la vida.
Master Reiki Usui
Maestra en Técnica del Arca
Maestra Aqualead
Escribo con pasión
Orgullosa pinto con mi sangre menstrual
UNQUILLO-CORDOBA