Relaciones de Violencia: amor propio violento
Por Livia Animas, para el Lunario de la Terapia Menstrual
Hablar de violencia hacia la mujer puede ser de los temas más fuertes, polémicos, y de discusión, existen campañas, festivales, concursos y diversas series de testimonios, este es uno de ellos.

Durante 3 años viví violencia psicológica, pero me di cuenta que la vivía al segundo de estos años y puedo decir que al tercer año me di cuenta de que la violencia provenía de mi.
Soy una mujer de 33 años que está en constante búsqueda del porque de las cosas, del descubrimiento del origen de las cosas, comencé un camino de reconocimiento y conciencia de mis acciones desde los 22 años por medio de mis teorías personales, fue hasta los 25 años que por medio de diversas guías y maestras se me mostraron miles de opciones para ampliar mi conciencia y volver a mí.
En esta vuelta mis relaciones amorosas no llegaban más que a situaciones de engaño, celos, malentendidos y desgarres por parte de ellos y mía. Durante años culpe la infidelidad de tal, el maltrato del otro, la minimización de aquel, renegué del amor que nunca llegaba a mí y de los hombres. Me victimicé en mi soledad, en llorar y clamar que si era tan maravillosa porque no había un hombre al que le gustara, porque nadie se acercaba a mi.
Por medio del psicoanálisis, pronto descubrí que yo evitaba la relación amorosa, desde lo más sutil hasta lo más explicito como mantenerme “segura” en un círculo de hombres (amigos).
Moverme desde algo tan femenino como la danza del vientre, ablandó mis entrañas y mi carne tan competitiva, tan productiva desde lo masculino y a gritos me llevó a los círculos de mujeres y a los círculos de hikuri. Mi voz se hizo presente, mi dolor por la soledad, al no saber que contestar cuando alguien preguntaba porque no tenía pareja si tenía todo lo demás. La palabra continuó y llegó a lo más profundo, hasta la visión de un linaje de mujeres abusadas de diversas formas, el cuál se volvió el estandarte y la justificación para iniciar una relación abierta con alguien.
Esta relación que inició como algo simple y sexual llevó a que me enamorará como no lo hacía mucho tiempo, enamorada a pesar de que las reglas eran claras desde el inicio. Todo paso sufrí y llegue al fondo, a la sombra más oscura de mi que era culparlo a él, hablar mal de él, maldecirlo y amarlo a la vez. Yo la víctima que sufría no hacía más que recaer sobre mis propios juicios y reproches, porque aunque mucho de lo que paso no me gustaba yo seguía ahí.
La luz fue apareciendo dura evidenciando que yo era todo lo que era él, yo maltrataba, yo violentaba psicológicamente a los demás, tal vez era tan sutil que se me hacía complicado sentirlo tan presente, y de los otros todo se volcó en mi, en mi escala de valores y la forma en la que me trataba, en que me habla en que me juzgaba.
Para mi fue el descubrimiento de un amor propio que se encontraba herido desde la niñez, pero que ahora a la edad adulta seguía replicándose, el amor de una mujer sexual adolescente que no puso limites y salía lastimada, y que continuaba callada a la hora de pedir el placer de la forma que lo requería de adulta, y la restricción y peso de lo masculino como algo que sólo avisa y agrede.
En este instante sólo soy una mujer más consciente en que le primer amor soy yo, y que el otro es mi sagrada elección, mi espejo, mi reflejo en mayor o menor grado. Que si daño, hablo mal o desconfió del otro es lo mismo que hago conmigo. Parece una obviedad pero para mi es un descubrimiento. Ahora no me queda más que amar profundamente, amarme con toda toda mi responsabilidad.
Gracias Alex.
Livia Animas
