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NOSOTRAS, LA SANGRE Y LOS HOMBRES

Por: Li Ángel, Colombia

Terapeuta menstrual certificada

Dedicado a mi esposo y a mis amigos


En una sociedad donde la publicidad nos dice que menstruamos azul, donde los dictámenes de belleza obedecen a la inmaculada apariencia de la mujer aséptica y perfumada, habemus problemas al incluir en la agenda pública -y púbica-, el tema de nuestra sangre menstrual.

Y no solo nuestra sangre, también nuestra emoción, nuestra expresión ante el mundo y nuestros sueños. Desde siempre se nos ha dicho incluso, cómo ser, qué está bien sentir, cómo alimentarnos, qué es el amor, y cómo son los finales felices. Entonces, el panorama con relación a lo femenino se torna bien complejo y tiene innumerables ramas por donde se puede explorar (y también sanar).

En medio de ese imaginario de sangre azul, de mujeres limpias y hombres que consumen esos meta relatos publicitarios “y familiares”, el tema de nuestra menstruación hiede. Y por supuesto incomoda.

Sin embargo, esto que está sucediendo actualmente con las mujeres que nos juntamos entre mujeres a sanarnos, a intercambiar, a tejernos y a co-crear, es muy interesante porque se quiera o no, está viéndose reflejado en nuestra familia: madre, padre, hermanos, tías, hijos y pareja.

Los hombres que nos acompañan pasaron de preguntar qué es lo que les pasa a las mujeres, a preguntarnos cómo pueden caminar con nosotras, a aprender de nosotras, a construir de nuestra mano… Y aunque sé que en medio del status quo del patriarcado, esos hombres parecieran escasos, puedo dar fe que cada vez conozco a más hombres dispuestos a sumar, en vez de restar.

¿Y saben por qué? Porque nos estamos sanando.

Las mujeres estamos reconociendo nuestro ciclo menstrual como parte de nuestra vida misma, trascendiendo la relación funcional de recordar los días de ovulación para decidir tener o no hijos. Nos estamos conectando, porque en este momento se está despertando la memoria de eso tan especial que es nuestra menstruación, nuestro dejar ir cada mes para renovarnos física, mental y emocionalmente; y restamos recuperando nuestro poder y el alquimizando nuestra medicina más sagrada.

Muchas de nosotras sembramos nuestra sangre menstrual cada mes ofrendando a la tierra esta sangre que es la única en el planeta que no se riega de manera violenta, y allí estamos poniendo nuestros propósitos de querer estar mejor.

Y se está viendo.

La tierra donde nos sembramos florece. Luego de cada ciclo, nos sentimos descargadas y llenas de una energía nueva. Nosotras estamos siendo cada vez más dueñas de nuestra vida, nuestro cuerpo y sueños. Y Nuestros hombres están aprendiendo a observarnos y a entender un poco más de nuestro tiempo sagrado. Nos están viendo y reconociendo como sanadoras de nuestra propia vida.

Nos están preguntando qué hacemos y por qué. Y algunos más cercanos a la causa, nos están acompañando en nuestras siembras, cantos y rezos. Nos están viendo salir del baño con una copa ensangrentada o con un tarrito lleno de sangre. Y lejos de espantarse, se están reconociendo como parte de eso, en nuestro propósito de querer todos estar mejor.

Entonces, aquí estamos. Juntándonos en esa diferencia de ritmos, y de miradas sociales, de relaciones entre lo femenino arquetípico y lo masculino arquetípico, y estamos dejando claro con nuestro trabajo personal que nos estamos poniendo en orden y estamos dejando ser a cada uno lo que es.

Estamos honrando nuestra sangre y ellos lo están viendo. Otros lo están leyendo o escuchando de sus amigas y se están acercando. Estamos creando una nueva realidad, quizá tan antigua como la misma humanidad, pero estamos recordando cómo funcionamos cuando nos tomamos el tiempo de observarnos, olernos, respirarnos y tenernos paciencia.

Por eso, le digo a las mujeres: ¡sigamos haciendo nuestra amorosa tarea de conectarnos con nuestro ciclo lunar!

Y a los hombres les susurro al oído que cada vez estamos más dispuestas y con ganas de permitirles un espacio. Que tenemos el deseo enorme de caminar con hombres que nos acompañen, que sean nuestros cómplices y también nuestro soporte.

Aunque se me tilde de optimista, yo me baso en la evidencia. Y es que estamos aprendiendo a caminar juntos, desaprendiendo el asco a la sangre, el juicio y los prejuicios. Nos estamos encontrando y atrayéndonos mutuamente en este misterio tan sencillo de danzar juntos hombres y mujeres, cada uno es desde su propio poder y sabiduría.



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