Me preparo un mate con artemisa, y bailo sólo para mí
por Magdalena Arnao- Córdoba-Argentina, para el lunario de la Terapia Menstrual
Bailo desde que tengo memoria. Es la parte más fiel de mí hacia mí misma. Y aunque me dedico profesionalmente a la danza, y a la filosofía que me ha llevado a buscar siempre el camino de la conciencia… aunque yoga me descubrió hace ocho años para iluminar mi vida y mi camino… es ahora, hoy, HOY, a través de la vuelta a mi morada sagrada, a los latidos de mi propio útero, a la bendición de mi ser cíclico atravesando mis días y noches, a la devoción a mi sangre, que siento que mi danza se ha transformado porque mi cuerpo, mi percepción de mí misma, el ritmo de mi tiempo, el modo en que me detengo a percibir mi vida, mis emociones, mis estados, mi relación con el entorno ha cambiado…
Me pregunto qué ha sucedido y me respondo: lo que siempre supe. Que siento en cada sensación de mi cuerpo que soy un ser sagrado, que cada ser lo es pero que al ser mujer, cada instante de mi cuerpo, de la sangre que corre por mis venas, de mis corazones latiendo al compas (corazón y útero: cierro los ojos cuando necesito “volver a mi”, en esos días en que me voy como un barrilete al cielo, arrastrada por mi naturaleza aire… y los veo así… unidos por un hilito rojo profundidad, latiendo juntos...). Pregunto a mis amigas hermanas, esas que conocen los recovecos de mi historia, los amores y desamores y más de un muerto en el placar… y no se sorprenden, y esbozan esa sonrisa de “y pero qué duda cabe, bruja”… les cuento cómo limpio mi casa con mi sangre echando recitos y bailando, cómo siembro semillas que nutro con mis pequeños grandes rubíes, como curo mis heridas con mi sangre y como….. y sonríen, como si siempre lo hubiera hecho y sólo lo hubiera olvidado un rato, como si un pájaro les contara con maravilla que tiene alas para volar .

Entonces recuerdo mi casa de niña, el olor a incienso y tierra mojada, el piano y la risa de las amigas de mi tía, los alfajores de maicena de una amiga de mi mamá, mis noches eternas hablando con la luna, mi asombro adolorido por las otras nenas y sus códigos, las siestas en los techos mirando el curso de los pájaros, los cabritos de las sierras que mi tío criaba en las sierras y que eran mis amigos… y que lloré tanto después, sin poder dar nombre a la crueldad humana.. y a mi misma y mis famosos aquelarres, esos que bendije y celebré en una obra de danza donde la redención de toda soledad del mundo era posible en el encuentro de tres mujeres una siesta de verano….y en cada uno de esos recuerdos encuentro la mujer que HOY estoy siendo… ésta que se ha enamorado de su sangre “espontáneamente” y con asombro… es la que siempre fue una aprendiz de bruja, que decidió atravesar todas las hogueras para renacer como un ave fénix. Y la que sabe que, como nada sucede porque sí y todo sucede en el momento exacto en que tiene que suceder, siente que la cumbre de un largo camino se encuentra entrando a la manada, entrando en la sabiduría cíclica… que no podía ser de otro modo: no hay despertar más pleno para una mujer que el despertar a sus propios ciclos, ningún otro camino, por más sagrado que sea, por más sabiduría que contenga en sus enseñanzas y rituales, que pueda ser pleno para una mujer, si no es de la mano del despertar divino a su ser cíclico.
Entonces siento profunda y radicalmente, que en éste momento de mi vida, cuando pedí desde mi voz más ancestral, a la madre tierra, al sonoro universo creador y a mis guías, que me dieran fortaleza para seguir creciendo atravesando mis sombras para alcanzar mi luz, fe para empoderar mi camino, manada para aullar en compañía suprema, y mi magia emergiendo de mi ser, fui escuchada y llevada de la mano a mí misma, al lugar más íntimo donde late mi ser: mi útero. Hoy, cuando mejor bailo es como cuando era una nena: cuando todo se aquieta y encuentro ese espacio para mi, y prendo una vela, invoco a mis guías y a mis hermanas verdaderas, sahumo un poquito con sangre de dragón o me preparo un mate con artemisa, y bailo sólo para mí. Y en cada espacio que me brindo en y creo danza, vuelco todas mis herramientas para abrir el sendero hacia el despertar femenino… es maravilloso ver en cada hermosa mujer a la que tengo el placer de darle clases, el modo en que se abren sus poros, se expanden sus sonrisas, se relajan sus músculos y empiezan a bailar desde un lugar tan bellamente propio… hace 13 años que doy clases de danza… a ella la he enriquecido con yoga, con esferodinamia, con miles de técnicas propias de la danza contemporánea que es mi danza (que de por sí se caracteriza por la búsqueda de la conciencia corporal como herramienta madre de la danza y de exploración del movimiento sin catálogos ni lenguajes estructurados) y otras de educación somática… pero no dejo de estar asombrada, felizmente asombrada, de ver desde el año pasado el poder transformador que tiene sentar en las bases de mi danza y de mis clases, la conexión con el útero Y con la manada (como cuesta! Cuanto por desaprender para volver a mirarnos amorosamente mujeres! Y que hermoso cuando empieza a suceder.. una mirada, una sonrisa, un gesto de entrega a la otra… algo pequeño y eterno)… desandar el camino de la razón para encontrar la intuición desde el conocimiento del propio ciclo es el modo desde el cual me embarco ahora en cada clase, como un credo, como un mantra que rezo antes de empezar... y los relatos (desde hace años vengo trabajando en un método de indagación cualitativo que llamé “biografías corporales” a partir del trabajo con mis alumnos de danza, tratando de buscar herramientas para que la danza sea así un camino de autoconocimiento, sanación y empoderamiento) que han nacido este año reflejan este “salto alquímico”….
Una y otra vez compruebo que ALGO distinto, radical, mágico, sagrado ha sucedido con mi danza en todos los sentidos, algo que de otro modo había rozado, desde otros saberes sagrados había vislumbrado, pero que ahora se vuelve presente, vivo, carne: que el retorno a mi ser cíclico, que la sabiduría que habita en mí, en mi cuerpo, que me une a la madre tierra, que me aúna a la manada, que despierta mis sentidos, mi intuición y mi alquimia interior, transforma, sana, expande, cura, encuentra y se-encuentra para ser puente hacia otras mujeres, para ser uno con otras mujeres que danzan allí conmigo, percibiéndonos todas como un todo, porque ASÍ ES..y así, cuando danzamos desde el útero SOMOS danza, los poros se abren y la piel se unifica con el espacio… eso, que he buscado desde tantos senderos, estaba en mi, está en nosotras, baila el ritmo de la creación y el amor universal. Eso, que mi niña siempre supo, que estaba en su danza porque ELLA (YO!) era (Soy!) danza, intuición, amor, conexión y la alegría interminable de ser parte de todo, ha vuelto a mí porque he vuelto al ciclo, y lo devuelvo hecho danza para que otras mujeres empiecen a escuchar el susurro de su sangre, el latir de su útero y bailen, con mi niña, sus niñas sagradas. Mi niña y yo bailaremos a la eternidad al ritmo sagrado de nuestros dos corazones. Y se unirán a nosotras la danza de nuestras hermanas.
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Magdalena Arnao

Bailarina, docente y coreógrafa de danza contemporánea, dirige actualmente la compañía de danza Mil Leguas, Instructora de Yoga Clásico y de Yoga Dinámico, es además Doctora en Filosofía, dedicándose a la docencia y la investigación (UNC) sobre "cuerpo, emociones y subjetividad: practicas intersticiales y epistemologías paganas" en contextos como parto humanizado, danza como apropiación de sí, género y salud mental.